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Como actriz y como poeta, Isabel Ordaz ha ido siempre tras la voz: la voz como destino. Si en el escenario a la palabra hay que entregarle un cuerpo, en poesía el sumo cuerpo es la palabra misma. Sobre el escenario hay tantas cosas... Desde luego está también el vértigo del vacío, pero acompañan el artificio de la luz, los otros actores, la escenografía y música, el texto dramático. Sin embargo, la palabra poética es de una radical intemperie, lo más cercano a la fe que alguien puede suponer. Y esto parece saberlo la poeta Isabel Ordaz, quien, como ella ha dicho algunas veces, vive la poesía como un credo, una certeza o un refugio, otro cuerpo, como los personajes que la acompañan en las obras de teatro. Así, el lenguaje es como un personaje en sí mismo, alguien que te lleva de la mano y dice: «Mira allí, escucha allá, ¿no oyes la música? Dale un tiempo a la belleza o no seas desatenta con el dolor del mundo». Ficción de ficciones, poesía, uno de los pocos espacios, junto al amor, que quedan para redimirse.
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