Ricky estaba asustado. Se iban de Nueva Inglaterra, donde todo era verde, y mudarse a Arizona, donde nada era verde, o eso pensaba Ricky. Su padre iba a enseñar horticultura en una escuela secundaria en Tucson, y su madre iba a ayudar a los refugiados aprender inglés. Ricky no quería moverse. Habría escorpiones, arañas gigantes, cráneos y huesos dondequiera que mirabas, y plantas con espinas afiladas que se extendían para agarrarte. Él sabía acerca de estas plantas porque su vecino, un chico mayor, había visitado a su abuela en Arizona, y le contó a Ricky sobre el cactus saltarín que se salta sobre tu ropa y te clava. Se mudaron en marzo. El desierto apenas entraba a florecerse. Ricky nunca había visto tantos tonos diferentes de verde. ¡Hay caramba! Esto no era lo que se había imaginado.