"Cuando llegué a mi casa, lo primero que hice fue meterme en el baño, bajarme la bombacha y ver qué pasaba en ese lejano y enigmático mundo de abajo: solo una débil mancha amarillenta, que nunca tuvo en sus planes volverse colorada, y un algodón que me hacía muecas burlonas con su cara de muñeco de nieve gordinflón".
¿Con qué herramientas se mide el trayecto que va de la niñez a la adolescencia? ¿Con qué palabras se escribe el primer beso en la boca? Con literatura. ¿En cuántos hilos puede desmenuzarse ese instante en que una niña deja de ser niña? ¿Qué tamaño tiene el mundo de sus pensamientos? ¿Cómo crecen los fantasmas cuando muere una madre joven? La mancha trascendental es una novela de pasaje e iniciación y duelo, que logra armar un mundo singular colmado de inocencia y perspicacia. Es a su vez una muestra muy vívida de una mirada a la intimidad de una familia judía de clase media, pero sobre todo del mundo infinito que cabe en el imaginario de una niña de doce años frente a los cambios, tanto internos como familiares, a principios de la década del setenta.