Javier Núñez escribe cuentos con la paciencia, la minuciosidad y la devoción de un artesano. Cada uno es una pieza única, montada con una prosa musical y morosa, que no le teme a la reflexividad, ni a los riesgos, ni a los giros poéticos. Precisas máquinas de hacer ver, sus cuentos muestran lo que deben mostrar, en el momento justo, y después callan, también en el momento justo, dejando en el lector esa incómoda y satisfactoria reverberación que solo pueden suscitar los grandes cuentistas.
Sin embargo, no será la técnica o el oficio lo primero que se le aparecerá al lector que se acerque a Cuando todo se rompe. Serán, en cambio, las historias, los personajes vívidos, los conflictos latentes y profundamente humanos. Porque Javier Núñez es de esos narradores excepcionales que parece que pueden contarlo todo; y que lo hacen con naturalidad, con suficiencia. Ese contarlo todo debe ser leído en forma literal. En su imaginación, en su acervo, en las secciones de este libro, conviven cuentos que responden a tradiciones y a géneros muy diferentes: fantásticos con intimistas, siniestros con policiales, históricos con absurdos. También el catálogo de personajes es generoso: melancólicos, enamorados, violentos, soñadores y vencidos. Mujeres, hombres, niños, ancianos. Todos tienen su lugar. Hasta un insólito Buendía, desterrado y resentido, puede habitar este hospitalario y polifacético universo. Pablo Colacrai